Te doy la más cordial bienvenida al blog de Inteligencia Emocional que he diseñado para ti y para todas aquellas personas interesadas en el tema. Aquí podrás conocer los elementos que componen este concepto y temas relacionados con el mismo. Pero lo más importante, te darás cuenta del por qué es tan importante su aplicación en la vida cotidiana de cualquier ser humano.

Espero te guste y ojalá me puedas dejar algún comentario para mejorar este espacio.

Te mando un saludo

Hugo Morales







viernes, 22 de enero de 2010

El autoconcepto



Autoconcepto y autoestima en niños maltratados y niños de familias intactas.

(Self-concept and self-esteem in ill-treated children and intact family children.)

Angélica Espinoza Manjarrez; Patricia Balcázar Nava.

Universidad Autónoma del Estado de México
Facultad de Ciencias de la Conducta

Resumen

El objetivo del presente trabajo fue determinar si existían o no diferencias en el autoconcepto real e ideal y la autoestima que presentan dos muestras diferentes de niños, con base en la hipótesis de que estas estructuras integrantes de la personalidad son un reflejo de los modelos sociales del medio ambiente y de la realidad adquirida en las sucesivas etapas de la vida y sobre todo de las experiencias tempranas del individuo. Ligado con lo anterior, es evidente que el medio familiar produce un profundo impacto para bien o para mal en la persona: los padres pueden alimentar la confianza y el amor propio o pueden colocar enormes obstáculos en el camino del aprendizaje de tales actitudes; de tal forma que la relación que tengan los niños con sus padres será la base fundamental de la autoestima y del autoconcepto real e ideal del niño. Por desgracia, entre los factores que pueden provocar secuelas negativas de tipo físico y aún más psicológico, se encuentra el maltrato, pudiendo el afectado sentirse indigno de amor, malo, torpe, inadecuado y con una imagen de sí mismo negativa. Para efectos de la investigación, se utilizó el cuestionario de autoconcepto real e ideal (Valdez y Reyez, 1991), que se aplicó a una muestra de niños: el primer subgrupo que había sido objeto de maltrato y el otro subgrupo integrado por niños que en el momento de la investigación declararon no haber sido maltratados.

El análisis de varianza efectuado reveló que en lo referente al autoconcepto real los niños no maltratados se perciben con características más positivas que los maltratados; en el autoconcepto ideal las diferencias indican que los niños maltratados desearían poseer atributos totalmente positivos y socialmente aceptables y en la autoestima los niños no maltratados tienden a valorarse de forma más positiva que los del otro grupo. Lo anterior permite demostrar que en este estudio, el ambiente familiar es determinante en la formación de estas estructuras y las vivencias negativas contribuyen en la autodefinición y autovaloración inadecuada del sujeto.

Introducción

Una constante interrogante del ser humano se encuentra centrada en la descripción que hace acerca de sus características, por lo cual una de las más significativas interpretaciones de la personalidad se localiza en el constructo del sí mismo, término que entre otros, se le ha conceptualizado también como autoconcepto, siendo éste una de las funciones más importantes de la personalidad, de la motivación, del comportamiento y del desarrollo de la salud mental (Zarza, 1994).

Como parte predominante de la personalidad de los seres humanos, el autoconcepto denota la forma como la persona se percibe a sí misma e incluye la consideración de lo que es. Al autoconcepto se le ha ligado con la forma como la persona piensa, actúa y siente y abarca aspectos físicos, conductuales y mentales y se ha apreciado su estudio debido a que es un factor que interviene en el desenvolvimiento óptimo o bien, inadecuado del individuo en todos los aspectos de su vida.

Hurlock y Allport (Sánchez, 1983), indican que el autoconcepto es el núcleo central del patrón de la personalidad, ya que tiene menos posibilidades de modificarse en comparación con otras estructuras, además de que adquiere mayor fijación con el paso de los años y que de acuerdo con Erickson (Baron, 1985), representa los modelos sociales del medio ambiente y también la imagen de la realidad adquirida a través de las sucesivas etapas de la infancia.

Por otra parte, el autoconcepto no sólo incluye el conocimiento de lo que la persona es, sino de lo que quiere o debería ser, lo cual permite que la personalidad pueda desarrollarse más adecuadamente dentro de un medio ambiente específico. Lo anterior constituye según Manjarrez (1998) lo que se denomina como autoconcepto ideal, que se define por la creencia de la persona o del yo que se piensa se quiere ser. Incluye aquellas esperanzas, deseos y la consideración de lo que otras personas piensan que el individuo debería ser (Jourard y Landsman, 1987). Si el concepto real define el tipo de persona que se es, el autoconcepto ideal es entonces, el tipo de persona que se quisiera ser.

De acuerdo con Valdez y Reyes (1992), el autoconcepto se define entonces como una estructura mental de carácter psicosocial, que implica una organización de aspectos conductuales, afectivos y físicos, reales e ideales, acerca del propio individuo, que funciona como un código subjetivo de acción hacia el medio ambiente interno y externo que rodea al sujeto.

Muy ligado al término de autoconcepto se encuentra el de autoestima, pese a los intentos por unificar y diferenciar entre estas definiciones (De Oñate, 1989). Para Allport (1986), la autoestima indica de manera directa cómo se siente la persona en relación con el sí mismo que percibe. Refleja el nivel de autosatisfacción o aceptación (Fitts, 1965). Se relaciona con algunas imágenes específicas que el sujeto identificará como deseables o no deseables con base a su experiencia, considerándola como positiva o negativa, aprobarla o rechazarla de acuerdo con la propia percepción de sí mismo. Para Gross (1994), la autoestima es el grado en el cual la persona se agrada, acepta o aprueba a sí misma; mientras que para Pick y Vargas (1992), es el sentimiento de valor propio que se aprende desde la infancia; a partir de la interacción con otras personas nos sentimos apoyados en mayor o menor grado, recibimos palabras de aliento o desaliento, directa o indirectamente de los padres y otras personas. En palabras de Moysén (1996), se puede estar muy insatisfecho con lo que se es y desear ser diferente; así, se puede sentir agrado por uno mismo y desear desarrollarse y extenderse alrededor de las mismas líneas esenciales y en general, entre mayor sea la brecha entre el autoconcepto real y el autoconcepto ideal, menor será la autoestima.

De lo enunciado anteriormente sobre autoconcepto y autoestima es necesario resaltar la importancia que tiene el ambiente familiar y las experiencias tempranas de la persona en estos dos aspectos, ya que éstas tienen un impacto posterior en su personalidad. Esto es, el concepto de sí mismo del niño es en gran medida, producto de su experiencia en el hogar, así como de la identificación con sus padres y otras personas.

Lo anterior tiene estrecha relación con lo que Branden (1993) mencionan: es evidente que dentro del medio familiar se puede producir un profundo impacto para bien o para mal; los padres pueden alimentar la confianza y el amor propio o colocar enormes obstáculos en el camino del aprendizaje de tales actitudes, transmitir que creen en la capacidad y bondad de su hijo, crear un ambiente en el cual el niño se sienta seguro, donde se fomente el surgimiento de una buena autoestima o por el contrario, crear un ambiente hostil donde se haga lo opuesto para subvertirla.

De esta forma, la relación que tengan los niños con sus padres será la base fundamental de la autoestima y del autoconcepto real e ideal del niño (Alcántara, 1990; Maya, 1996). Por desgracia, existen factores que limitan el autoconcepto y por tanto, la autoestima de los niños, entre los cuales se encuentra el maltrato infantil. Para Maher (1990), el maltrato incluye una serie de ofensas que van desde los extremos de la violencia y el asesinato, hasta la más sutil e insidiosa negación de amor hacia el niño. De acuerdo con Osorio y Nieto (1992), el maltrato físico es el uso de la fuerza física en forma intencional, no accidental, dirigido a herir, lesionar o destruir a un niño, que se ejerce por parte de un padre o de otra persona responsable del menor.

Entre las lesiones más importantes producto del maltrato se encuentran las heridas, quemaduras, alopecia, fracturas en extremidades y en los huesos de la nariz, fracturas craneales y torceduras; pero el maltrato no es solo de tipo físico, sino que puede incluir todas aquellas agresiones verbales, omisiones de cuidado y manifestaciones que de cualquier forma, transgredan o violen la integridad y la valía del maltratado.

Además de las secuelas de tipo físico, entre las alteraciones psicológicas producto del maltrato se incluye las alteraciones al autoconcepto y a la autoestima de los niños, según algunos estudios reportados (Polsony y Gee, 1974 y Gisbert,1983; por Kempe y Kempe, 1985, entre otros). De acuerdo con los planteamientos teóricos anteriores, el objetivo de esta investigación fue determinar si existían o no diferencias en el autoconcepto real, el autoconcepto ideal y la autoestima que presentan dos muestras diferentes de niños de la ciudad de Toluca, México.


Discusión

Este trabajo tuvo como objetivo comparar el autoconcepto real, el autoconcepto ideal y la autoestima en dos muestras diferentes: niños maltratados y niños de familias intactas y que no han sido objeto de maltrato. Para tal efecto, es pertinente indicar que el concepto de sí mismo o autoconcepto, como también se le ha referido (Branden, 1996) indica lo que la persona cree que es, cómo se siente acerca de sí misma y cómo cree que actúa. Esta imagen de sí mismo puede abarcar o incluir aspectos físicos, emocionales y mentales. El autoconcepto va surgiendo no de forma espontánea, sino que se desarrolla en cada etapa del ser humano y se va modificando a través de las experiencias de la persona (Balcázar, 1996).

Los resultados de la investigación revelan que en relación con el autoconcepto real, en los niños de familias intactas su percepción de sí mismos es más positiva, ya que se definieron como honestos, limpios, activos, sinceros y buenos. Esto coincide con lo mencionado por Mussen, Conger y Kagan (1994), que determinan que el autoconcepto que de sí mismo tiene el niño es en gran medida producto de su experiencia en el hogar, así como de la identificación con sus padres. Hurlock (1990) por su parte comenta que los niños que viven en ambientes favorables aprenderán a tener confianza en sí mismos y en los demás, a forjarse metas, a amarse y aceptarse a sí mismos. Esto es, la autodefinición es más favorable cuando el ambiente familiar y las condiciones externas son adecuadas.

En lo que respecta al autoconcepto ideal, éste incluyen aquellas aspiraciones y esperanzas a las cuales se quiere llegar; esto es, el ser humano puede no estar satisfecho consigo mismo y desear cambiar algunos aspectos de su persona. Los hallazgos en la investigación indican que a los niños de familias intactas les gustaría poseer características socialmente negativas y enlistaron que desearían ser más enojones, mentirosos, volubles, necios, rebeldes y criticones. Estas características descritas corresponden al tipo de mexicano rebelde activamente afirmativo ya planteado por Díaz-Guerrero (1991), del cual indica que tiende a ser independiente, autónomo, rebelde, individualista, no le gusta ser gobernado, pues prefiere estar libre y sin obligaciones con los demás, es desorganizado y poco sensitivo a las reglas y al orden social y que es parte de las características que el niño a esta edad desea tener probablemente por la edad en la que se encuentran (Hurlock, 1990).

Contrariamente, los niños maltratados no manifestaron desear cambiar alguna característica (autoconcepto ideal), lo cual permite pensar que si el medio es favorable, el niño tendrá confianza en sí mismo, lo que le lleva a tener una mayor consciencia de sus alcances y limitaciones para luchar y obtener mejores condiciones de vida (Pick, 1992) y le proporcionará una mejor imagen de sí mismo. Los niños maltratados, se definen a sí mismos con atributos negativos o socialmente poco deseables y desean poseer características positivas que los hagan sentirse aceptados por la sociedad (Bousha y Twentyman, 1984; por Acevedo, 1996). A este respecto, Dot (1989) describe que entre las características del maltrato que puede sufrir un niño se incluyen el abuso físico, el maltrato psicológico o emocional, el abuso sexual y el abandono o negligencia (referida como la ausencia de una suficiente protección del niño contra riesgos físicos y sociales), lo que ocasiona que el niño maltratado se considere como malo, indigno de afecto, torpe, feo, inadecuado y con una imagen negativa de sí mismo. Este niño se define como “malo”, el equivalente de “soy una persona sin valor”, “soy un fracasado”, “nadie me ama”, “solamente molesto a los demás”, “si nadie me ama es por que no soy digno de afecto” y consecuentemente se conceptualiza negativamente y buscará poseer características positivas que le lleven a una aceptación de los demás. Así, los resultados del autoconcepto ideal demuestran que los niños que han sido maltratados desean tener características más positivas o aceptables socialmente, desean cambiar los atributos que consideran en ellos negativos.

Para Branden (1995), la autoestima es la suma integrada de la confianza y respeto de sí mismo. Tener una alta autoestima o que ésta sea positiva implica sentirse competente para vivir y merecer la vida y para sentirse adecuado como persona para enfrentar las diversas situaciones de la vida. Valdez (1994) considera de acuerdo con su teorización sobre el autoconcepto y la autoestima, que ésta última es el resultado de la diferencia que existe entre el autoconcepto real y el autoconcepto ideal; esto significa que, a mayor distancia entre lo real y lo ideal, la autoestima es más baja y por el contrario, a menor distancia entre ellos, la autoestima es más alta.

En lo referente a los hallazgos obtenidos en la autoestima, los niños de familias intactas tienden a valorar más ser honestos, activos, limpios, sinceros, traviesos, obedientes, necios, buenos, agresivos y acomedidos. Estas características revelan atributos positivos de su forma de ser, posiblemente debido al medio familiar en el que se desenvuelven y que ayudan a reafirmar su autoestima e incluye también la valoración de cualidades como necedad y agresividad. En la muestra de niños maltratados, se observó que ellos sólo valoran ser románticos, lo cual es congruente con lo que plantearon Kempe y Kempe (1985), quienes afirman que los niños que han sido objeto de malos tratos tienen una gran dificultad para hablar de ellos mismos y que cuando lo hacen, utilizan atributos o características negativas o refieren desear atributos o cualidades socialmente valoradas con la finalidad de lograr aceptación de los demás. Los niños maltratados no valoran cualidades como ser honesto, activo, limpio, sincero, travieso, obediente, necio, bueno, agresivo y acomedido, observándose así que se mantienen en la misma línea que los conceptualiza como malos, negativos e indeseables.

Esto es acorde con lo enunciado por Rosen (1991; Natera y cols., 1994), ya que es común que las personas que han vivido en ambientes de violencia tengan una baja autoestima e indica que estas personas valoren tener menos características positivas, porque desde muy pequeños han vivido en un medio hostil, siendo ellos el blanco de todas las agresiones verbales y físicas lanzadas por sus propios padres, debido a que la violencia es un acto de poder y dominación que anula la confianza en sí mismo y tiende a causar más daño cuando se manifiesta en el interior de la familia. Estos hallazgos también concuerdan con el estudio realizado por Reidy (1976; por Maya, 1996), con niños que han recibido maltrato y cuyos resultados muestran que los niños objeto de abuso son más agresivos, tienen pocos sentimientos de pertenencia, baja autoestima y una baja inteligencia verbal en comparación con los niños no maltratados.

Finalmente, para Branden (1993), un niño tratado con amor y aceptación tiende a interiorizar este sentimiento y a experimentarse a sí mismo como alguien digno de cariño; el amor a sí mismo se manifiesta por la expresión verbal positiva de sí, por las acciones de cuidado, por la aceptación y reconocimiento de sentimientos y pensamientos positivos que les definen y por el gozo y placer que muestran por el mero hecho de existir; un niño que es aceptado, amado y que se desarrolla bajo prácticas de crianza adecuadas posee un autoconcepto positivo y autoestima elevada, favorecidos estos atributos por un clima de aceptación y amor que les hace sentirse a gusto consigo mismos y con los demás, así como ser capaces de lograr éxito en sus proyectos.

Contrariamente, los niños maltratados en pocos casos se permiten a sí mismos disfrutar y gozar de la vida (Kempe y Kempe, 1985), bromear y reírse, debido a que se sienten poco satisfechos de sí mismos; por lo general, piensan que son antipáticos y estúpidos; tienden a ser asustadizos, tímidos, pasivos y obedientes; esto es, la vivencia en un ambiente familiar destructivo en donde se les golpea, ridiculiza, humilla, donde les son aplicados castigos severos que dañan física y psicológicamente, repercuten negativamente en su autoconcepto y autoestima.

En lo que se refiere al autoconcepto real, se encontraron diferencias significativas entre los grupos: los niños de familias intactas se perciben con características positivas, que probablemente sean producto de un ambiente adecuado; en cambio, los niños maltratados sólo se consideran románticos. Estos hallazgos demuestran que el ambiente familiar puede ser determinante en la formación del autoconcepto en los niños y que las vivencias negativas contribuyen en la autodefinición inadecuada del sujeto.

La comparación del autoconcepto ideal indica diferencias significativas, ya que a los niños de familias integradas les gustaría poseer características negativas, contrarias a las que posiblemente fueron aprendidas en su hogar y las que se ponen en juego para buscar una consolidación de su yo. En tanto que, los niños maltratados desearían poseer atributos totalmente positivos que les permita ser aceptados por la sociedad y por ellos mismos, ya que como resultado del maltrato, se sienten inadecuados como personas, incapaces de ser amados y aceptados por otros.

La autoestima de estos grupos difiere significativamente: los niños que viven en familias integradas tienden a valorarse de forma positiva y los niños que han sido maltratados se valoran negativamente. Así, estos hallazgos permiten corroborar lo vertido en relación con la teoría de que la autoestima y la autodefinición se ven influidas e impactadas por diversos factores como en el caso del fenómeno del maltrato.


http://www.psiquiatria.com/psicologia/revista/67/7270/part2?++interactivo

1 comentario:

  1. HOLA, FELICIDADES POR ESTE IMPORTANTE MATERIAL, YA QUE HOY EN DIA EL FENOMENO DEL VACIO EXISTENCIAL Y EL AUTOCONCEPTO REAL SE HAN INTEGRADO COMO UNO DE LOS GRANDES MALES DE ESTE SIGLO AUNADO A LAS ENFERMEDADES CRONICO DEGENERATIVAS.

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